vivir como inmortales

¿Qué valor tendría el tiempo si fuésemos inmortales?

Creo que esa es una buena pregunta que todos deberíamos hacernos. En mi caso, la respuesta fue apenas ninguno porque no tendríamos ninguna prisa, ninguna urgencia, ¿para qué si tenemos todo el tiempo del mundo por delante?.

1. ¿Qué valor tiene el tiempo?

 

Es curiosa la extraña habilidad que tenemos los seres humanos, aunque sea de forma inconsciente, para complicarnos la vida de numerosas maneras.

Una de esas retorcidas maneras se debe a nuestra innata habilidad para sobrevalorar aquello que nos falta, en contraposición con nuestra reducida capacidad para agradecer, valorar y apreciar más lo que sí tenemos.

Al parecer nos hemos convertido -tal vez porque el entorno no deja de alimentar el deseo de algo más y nos empuja hacia ello- en una especie de ansioso animal incompleto que siempre quiere lo que no tiene. De la misma forma sucede cuando sufrimos algún tipo de privación: nuestro cerebro tiene a centrarse en eso que nos falta.

Eso tiene varias consecuencias, por un lado crea una ilusión de lo que está por llegar, pero por otro lado -y generalmente de forma más intensa- nos hace vivir con una sensación de carencia, de fracaso, porque tal vez asumimos que aún no hemos logrado lo que deberíamos. Eso provoca que vivamos en la persecución de ese otro momento o situación, impidiéndonos vivir y valorar el presente tal como se merece. 

 

Por momentos vivimos con prisa, como si la vida estuviese en otro lugar al que tenemos que llegar, en un lugar supuestamente mejor que el actual, lo cual es una manera de convertir el presente en un lugar peor que queremos dejar atrás para llegar a esa tierra prometida en la que todo se supone que será mejor. 

Esa es una vida a la espera y, mientras esperamos la vida pasa. Son muchas las veces en las que perdemos de vista el valor del tiempo, y cierto es que tal vez nos han enseñado a valorarlo en su justa medida, a lo mejor es por eso que vivimos como inmortales.

¿Qué valor tiene el tiempo? Poco cuando creemos que tenemos mucho, y mucho cuando sabemos que nos queda poco. Pero como dijo el gran Séneca: No es que tengamos poco tiempo, es que desperdiciamos mucho.

 

2. Si fuésemos inmortales, difícilmente seríamos capaces de valorar la vida

 

La ciencia se empeña en alargar la vida y hacernos inmortales, pero creo que sería mejor si nos enseñase a disfrutar más de la que tenemos ahora, a disfrutar plenamente del presente. Si fuésemos inmortales, difícilmente seríamos capaces de valorar la vida. Sin embargo, la realidad es que el tiempo es el material del que está compuesta la vida y cuando lo perdemos, se nos escapa sin apenas darnos cuenta

Cuando somos más conscientes de nuestra impermanencia, de la intemporalidad de nuestra vida, somos capaces de apreciarla mucho más; valoramos los pequeños grandes momentos, aprendemos a apreciar situaciones cotidianas que de otra forma pasan inadvertidas.

 

3. Dejar de esperar a otro momento es abrir la puerta al presente

 

Cuando tenemos más presente que la cuenta atrás está en marcha (aunque no queramos verlo) es entonces cuando salimos de nosotros mismos, de nuestras preocupaciones y nuestro ensimismamiento. Por fin somos capaces de ver las cosas bellas que nos rodean, de apreciar la naturaleza, de sentir con mayor profundidad, sentirnos más presentes y conectados.

Dejar de esperar a otro momento, a ese supuesto futuro mejor, es abrir la puerta al presente. En vez de esperar a que las cosas sean de otra manera, comenzamos a centrarnos en el ahora y en apreciar lo que tenemos a nuestro alrededor.

► Una de las cosas más nos hace sufrir es la comparación a la que nos somete nuestra propia mente sin darnos cuenta

 

Esa comparación viene dada por las expectativas sobre cómo imaginamos que debería ser nuestra vida. Sentimos -pensamos- que la vida no está siendo como esperábamos, que no somos como realmente nos gustaría ser, o que no nos sentimos como nos gustaría (ver mapas mentales). 

Y así, a veces, parece que nos pasamos la vida esperando a vivir, esperando a que las condiciones de nuestra vida cuadren con nuestros deseos. De esa manera, con nuestras expectativas a veces desproporcionadas, convertimos el presente en un lugar peor, un lugar que queremos dejar atrás para poder llegar a ese prometedor futuro, a ese escenario ideal, convencidos de que allí, más adelante, seremos más felices

 

El entorno, el marketing, la hiperexposición de idílicas vidas y situaciones hace que magnifiquemos el impacto emocional que esos logros tendrán en nuestra vida. Pero la realidad es que inicialmente será una gran satisfacción, pero ese «chute» es como un perfume porque en poco tiempo su fragancia habrá desaparecido, y nuestro insaciable ego volverá a sentirse vacío y querrá más y más porque nunca tiene bastante.

No son las experiencias exteriores, ni las cosas las que colman nuestro espíritu o las que nos aportan un mayor sentido. Eso solo proviene de los cambios y las experiencias interiores, del descubrimiento y la evolución personal, de un mayor grado de conciencia, del agradecimiento, la aceptación, la contribución, de dejar de vivir a la espera y comenzar a estar y vivir más en el presente.

Tal vez por esa razón podemos ver a algunas personas que lo tienen todo y sufren como si no tuviesen nada más que un gran vacío lleno de cosas.

4. El tiempo es imparable y no se puede recuperar

 

Si somos capaces de asumir que se agota y que en realidad no sabemos cuándo tiempo nos queda, podremos realmente valorarlo como se merece. Eso no es ser negativo, sino todo lo contrario: reflexionar sobre ese aspecto de la vida puede tener consecuencias muy positivas en el modo en cómo vivimos.

Dejemos de contar el tiempo y hagamos que el tiempo cuente porque ésta, aquí y ahora, es tu vida.

La vida te está esperando es precisamente el título de mi último libro que ojalá muy pronto esté en tus manos. Es una conmovedora historia a la que le he dedicado tres años y en la que a través de su protagonista -Sofía- espero que te encuentres, te remueva y te aporte una visión más profunda  de la vida.

Es un libro que puede revelarte cosas de ti que a lo mejor ni te habías dado cuenta hasta ahora. Una historia que te emocionará y aportará respuestas y comprensión a algunos de los dilemas de hoy en día. Si quieres, <<puedes descargarte aquí el primer capítulo>>

 

Para terminar este artículo me gustaría compartir algunos fragmentos del libro en los que hago referencia a este aspecto tan importante que deberíamos aprender a tener más en cuenta pero, como dijo Séneca, hace falta toda una vida para aprender a vivir.

► Mientras vivas, sigue aprendiendo a vivir

 

Eso es lo que ocurre con el tiempo, el material del que está construida nuestra vida: lo valoramos cuando descubrimos que se agota. Lo podemos aprovechar o desaprovechar, utilizarlo sabiamente o malgastarlo, pero una parte del sentido de nuestra vida se basa en cómo utilizamos y aprovechamos nuestro tiempo. La cuestión no es contar el tiempo, sino hacer que el tiempo cuente.

A todos y cada uno de nosotros el destino nos otorga un tiempo, pero no sabemos cuánto. Lo único seguro es que ese espacio de tiempo que es nuestra vida no se puede parar, rebobinar ni recuperar, y el contador sigue avanzando sigilosamente, sin saber cuándo llega nuestra fecha de caducidad, hasta que de pronto llega el inesperado aviso.

Nadie nos para un día por la calle y nos pregunta «¿Qué estás haciendo con tu tiempo y con tu vida? Porque eso es lo que estás haciendo con tu vida» o «¿Cuánto tiempo te queda para vivir la vida que deseas?».

El tiempo tiene un escaso valor para la eternidad, pero nosotros no somos eternos, aunque a veces por nuestra manera de vivir lo parezcamos.

 

► Tener presente la impermanencia de la vida se puede convertir en el despertar de la vida

 

No calculamos el valor del tiempo; abrimos el grifo del tiempo y dejamos que corra, porque no tenemos que pagar esa factura cada mes. Lo malgastamos porque parece gratis, abundante, hasta infinito, aun sin saber cuánto queda en el depósito, porque asumimos que todavía queda muchísimo. 

Son tantos los que descubren el valor de la vida, los que aprenden a vivir, justo cuando comienzan a morir. De pronto, un día descubrimos que ya es muy tarde para hacer todas las cosas que quisimos hacer. Hasta entonces andamos distraídos persiguiendo otro momento, mientras la vida se escapa en el presente.

Por desgracia descubrimos el valor de las cosas cuando las perdemos, ocurre tanto con el tiempo como con las personas, tal vez sea que somos incapaces de valorarlas mientras las tenemos, por eso la gratitud tiene un valor incalculable, cuanto más agradecidos somos más tenemos. Sin el agradecimiento y el sincero aprecio nada parece valioso, nada parece suficiente, mientras que si somos agradecidos y valoramos el presente, siempre nos sentiremos más llenos.

Tener presente que no somos inmortales, tener presente la impermanencia de la vida se puede convertir en el despertar de la vida, nos revela matices ocultos, nos muestra el verdadero valor de las cosas, reordena todas nuestras prioridades. Nos ayuda a distinguir entre lo que parece importante y lo que realmente lo es, a diferenciar lo superficial de lo profundo.

 

► Al final de nuestros días hay cosas que pesan y otras que alivian


Lo que pesa en nuestra conciencia es habernos fallado a nosotros mismos, no haber cumplido nuestros propósitos.  Nos arrepentimos de no haber cuidado mejor nuestras relaciones, a los buenos amigos, de no haber solucionado malentendidos, de no habernos atrevido a tener las conversaciones incompletas que deberíamos haber tenido. 

Y lo que nos alivia y nos llena es completar lo incompleto, haber cumplido ante nosotros mismos, haber hecho lo más difícil, dar el paso al frente cuando era necesario, aparecer cuando más falta hacía, saber que hemos hecho lo correcto. Lo que nos llena es saber que hemos aprovechado nuestra vida, que hemos tocado otras, saber que nos hemos sacrificado por algo que realmente merecía la pena, saber que hemos aprovechado el tiempo, sentir que hemos aprendido y evolucionado.

Lo que nos serena, lo que calma nuestra mente y llena nuestro corazón, es saber que de alguna forma hemos dejado nuestra huella, saber que alguien ha vivido mejor gracias a nosotros.

 

EBOOK JAVIER IRIONDO

2 Comments
  • Ana
    Posted at 10:32h, 28 octubre Responder

    Hola Javier,
    Creo que cuando vemos que tenemos mucho tiempo por delante suelen ocurrir dos cosas:
    Por un lado procrastinamos un poco más, al fin y al cabo tenemos tiempo; pero, al mismo tiempo, el saber que tenemos mucho tiempo por delante nos aleja de las prisas y nos permite más libertad para disfrutar el presente, no nos preocupamos tanto por el futuro pues, al fin y al cabo, sabemos que tendremos tiempo de cumplir con obligaciones.

    Ahora bien, dado que la vida no es infinita, no somos inmortales, creo que esto nos hace forzarnos a tomar mejores decisiones, a priorizar lo que realmente es importante para nosotros. Es decir, a optimizar nuestro tiempo, aunque no siempre nos salga bien.

  • ,Rosa
    Posted at 17:31h, 18 octubre Responder

    En repuesta a tu pregunta Javier. Si yo fuera inmortal…??!! Normalmente trabajo, la casa, familia, gimnasio, hobbys … y el día se ha ido, no queda tiempo para más , pero he saboreado mi día!!!!
    Ahora por ciertos motivos no estoy trabajando y saboreo aún más la vida a pesar de las circunstancias en que me encuentro a veces en mi día a día. No estoy de acuerdo, como ferviente lectora y admiradora tuya el saber que tienes vida por delante es un regalo, o no pensabas cuando teníamos menos edad que aún nos quedaba mucho por vivir y nos comíamos el mundo??!!

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