
Coronavirus: cómo transformar la incertidumbre en un aprendizaje
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De vez en cuando la vida nos enfrenta retos, a problemas inesperados que nos ponen a prueba y ahora estamos ante uno de ellos: el Coronavirus. Esta pandemia, como cualquier otro momento en el que la vida nos revela nuestra fragilidad, nos hace ver que a veces vivimos como inmortales.
Es chocante cuando de pronto la vida nos muestra lo cercana que ronda la muerte, cuando de golpe la incredulidad de quien vive pensando que aún tendrá mucho tiempo se enfrenta a una situación en la que el tiempo se puede acabar, que tal vez vivimos la vida a la espera de ser vivida.
Por esa razón muchas personas descubren el valor de la vida,justo cuando sienten la posibilidad de que ésta se puede acabar. Hasta entonces andaban distraídas o demasiado ocupadas, persiguiendo algo más, esperando llegar a otro momento o lugar supuestamente mejor, dilapidando el presente con la esperanza de un futuro mejor.
Valoramos la salud cuando enfermamos, la libertad cuando la perdemos, el tiempo cuando nos queda poco, a las personas amadas cuando desaparecen. ¿Será que tal vez somos incapaces de valorar lo que tenemos mientras lo tenemos?
Este momento que estamos viviendo en torno a la amenaza que representa el COVID-19 podría ser una oportunidad para hacer un alto en el camino, reflexionar y aprender. Tal vez el universo con toda su sabiduría nos está enviando un mensaje para darnos cuenta de cómo estamos viviendo, de que a lo mejor deberíamos poner en orden nuestros valores y prioridades. Al final, la vida nos enseña que todos los grandes problemas esconden grandes lecciones si sabemos aprovecharlas.
Podemos decir que nos enfrentamos a dos virus. El primero es el Coronavirus, que por desgracia todos conocemos y del que es importantísimo seguir todas las indicaciones e información que está disponible en distintas páginas webs oficiales. Aquí juega un papel fundamental nuestra responsabilidad personal, que es la habilidad para responder ante las circunstancias de la vida con más madurez e inteligencia. Cuando no lo hacemos reaccionamos de forma compulsiva, por ello esta situación requiere que demostremos ese sentido común tan necesario.
El otro virus –y puede que el más contagioso- es el miedo que condiciona nuestro comportamiento, nuestras decisiones, nos atemoriza, el que nos lleva a magnificar nuestras reacciones en vez de reflexionar con más calma. Sin embargo, el problema está ahí, es real y no hay que negar la evidencia, pero también hay que decir que una estampida nunca es la mejor solución en caso de emergencia.
► El virus invisible y el contagio emocional
Hay algo importante que tenemos que comprender: nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir (y así ha sido desde que vivíamos en cavernas), busca protegernos. Eso provoca que nuestra mente tienda a centrarse en aquello que puede suponer un peligro, una posible amenaza o preocupación, y allí donde va nuestra atención, va toda nuestra energía y eso se convierte en la percepción de la realidad.
En realidad, la preocupación y el miedo a sufrir son peor que el propio sufrimiento. Cuando aquello que temíamos se hace realidad nos enfrentamos a ello, somos más valientes y fuertes de lo que pensábamos. Además, generalmente aquello que temíamos no es tan grave como imaginábamos, pero en este caso el enemigo –el virus- es invisible y por eso es más difícil enfrentarse a él.
Todo ello provoca que nuestra mente imagine lo peor y, a pesar de ser «un supuesto», lo vivimos y sentimos como la más absoluta realidad, confundimos todo lo que pasa por nuestra cabeza con el mundo real y nos hace sufrir de forma desproporcionada. Por eso tenemos que ver las cosas como son, no peor de lo son, porque mucha de la ansiedad que podemos padecer viene por la anticipación de las expectativas negativas.
2. El miedo al COVID-19 [o a lo que sea] es el mayor motivador que existe
Por eso se utiliza para captar y secuestrar nuestra atención. «A veces» la información que recibimos puede ser tan apocalíptica que nuestro cerebro entra en modo alerta, magnificando todo para protegerse y sobrevivir. De ahí que sea bueno comparar, reflexionar con más calma, observar y tomar distancia, relativizar para no magnificar aún más los problemas.
El miedo distorsiona el presente, es un destructor que nos arruina la vida impidiéndonos valorar o disfrutar de lo que tenemos alrededor. Como animales que somos, aquello de lo que carecemos (la depravación) tiende a convertirse en el objetivo prioritario de nuestro cerebro. Cuando sentimos la incertidumbre buscamos la seguridad. ¿Si estás tres días sin comer, qué es lo que más quieres? ¿Si pierdes la salud o te duele la espalda, qué quieres…?
► ¿Cómo cambiamos esta situación?
La forma de cambiarlo es sobre todo manteniendo un mayor grado de conciencia momento a momento; es muy importante observar y darnos cuenta lo que está sucediendo en nuestro interior, aprender a estar más atentos para vivir menos dispersos y reducir las preocupaciones, ser más agradecidos, aceptar lo que venga para adaptarse a las circunstancias y así poder cambiarlas, salir de nuestra espiral interior ayudando a otros.
La vida está cargada de incertidumbre y jamás vamos a poder controlarla, ni podremos guardar el tiempo parando un reloj, pero sí podemos manejar mucho mejor cómo responder ante ellas. Eso sí depende de nosotros y ahí es donde se demuestra la madurez. La preocupación desproporcionada nunca ha solucionado nada y actúa como una noria: da vueltas y acaba en el mismo lugar de siempre.
No podemos controlar el virus del Coronavirus, ni lo que sucede en el exterior, porque la seguridad total que nuestra mente desea no existe. En cambio, sí podemos controlar mucho más lo que hacemos, lo que sucede en nuestro interior. La vida tiene que ver con aprender a fluir con lo que el destino nos lanza, y pretender controlar todo es vivir con el miedo como compañero de viaje.
También es cierto que si miramos a nuestro lado, tenemos que darnos cuenta que hay otra realidad, que también hay infinidad de cosas positivas que por desgracia muchas veces no vemos o no valoramos.
En la actualidad hay 40 millones de vuelos al año, más de 100.000 vuelos al día. Hoy 10 millones de personas han llegado a casa con sus familias, pero eso no es noticia, solo lo es si algo sale mal. Ese es solo uno de miles de ejemplos…
También todos los días muchas personas reciben el mensaje de que han superado un cáncer, cada día suceden increíbles historias inspiradoras, historias de superación, personas que se han jugado la vida y han salvado a alguien, personas y familias que han superado situaciones terribles. A nuestro alrededor están ocurriendo milagros cada día, hay personas que deciden marcar la diferencia, aunque desgraciadamente no son noticia, pero están ahí, es parte de una realidad que no vemos. Así que no te creas que el mundo se acaba aquí.
Las crisis como la que estamos viviendo ahora en torno a la pandemia del Coronovarius también ocultan oportunidades, y a lo mejor este es un buen momento para valorar más lo que tenemos, a las personas que viven a nuestro alrededor y darnos cuenta de lo que realmente importa.
Todo pasa y esto también va a pasar…
Mucho de todo esto tiene que ver con la filosofía del libro La vida te está esperando, una inspiradora historia de optimismo y superación, un recuerdo de nuestra inmortalidad, del despertar de la vida, de poner nuestros valores y prioridades en orden; un recordatorio de las cosas realmente importantes de la vida.
Así que desde aquí un fuerte abrazo, responsabilidad y mucho ánimo.
1viennese
Posted at 16:25h, 22 junio1overdue
Belén
Posted at 10:36h, 17 marzoCoincidencias de la vida… Tu último libro y el estado en el que nos encontramos actualmente., van cogidos de la mano, es la misma finalidad, replantearnos nuestra forma de vivir.
Un saludo Javier, y gracias. Me encantas!