Vivimos en un entorno que no nos calma, sino que más bien hace todo lo contrario. Estamos bombardeados de información que, como un tsunami, nos desborda y nos arrastra emocionalmente hacia lugares no demasiado apetecibles. En vez de calmar nuestra mente, la fustiga, crea ansiedad y preocupación debido a que, entre otras cosas, estamos expuestos a una constante comparación (aunque no seamos conscientes de ello).
Índice
1. Una parte del dolor, de los conflictos emocionales, viene de la valoración que hacemos de nosotros mismos
En demasiadas ocasiones -sin darnos cuenta- somos injustos y hasta crueles con nosotros mismos porque esa valoración que hacemos nace de la comparación entre cómo soy y cómo creo de debería ser, entre cómo me siento y cómo me debería sentir, entre cómo es mi vida y cómo debería ser, entre lo que esperaba de la vida y lo que ésta me da, entre lo que debería haber logrado hasta ahora y lo que tengo y donde estoy.
Todo este juego es algo que sucede en nuestra mente de forma sigilosa, sin apenas percibirlo, y que nos genera insatisfacción, la sensación de que nunca nada parece bastante, de vacío, de fracaso. ¿Recuerdas el síndrome del impostor?
¿Habré hecho esto bien? ¿Qué tal me ha salido? ¿Qué tal he quedado? ¿He quedado como un tonto o he estado a la altura? ¿Soy lo suficientemente bueno? ¿Estaré lo suficientemente preparado? ¿Quién o cómo se supone que tengo que ser? ¿Qué debería haber logrado ya? ¿Soy suficiente, valgo?
Cuando no somos consciente de esto, nuestra mente se puede convertir en una cruel máquina de comparar. A eso se le unen las estrategias del marketing que alimentan el constante deseo de algo más, de esa futura promesa de la felicidad.
Nuestra mente persigue ese escenario ideal, lo cual por una parte tiene un lado positivo porque nos puede dar la energía para perseguir nuestros objetivos pero, sin el necesario equilibrio, la ansiedad se puede apoderar de nosotros y robarnos el presente.
Sin duda, somos nuestros peores jueces y eso es terrible porque cuanto más nos juzgamos y comparamos, más inferiores nos sentimos, más pequeños, más limitamos nuestra capacidad de ser espontáneos; parece que tenemos que ser otro, alguien distinto, mejor, que tal y como somos no es suficiente. Al final, lo que logramos es limitar nuestro verdadero potencial y apagar parte de nuestra personalidad.
2. ¿Cuál es el remedio para liberarse de la comparación?
El antídoto es la aceptación porque no podemos cambiar aquello que no aceptamos, ni aquello de lo que renegamos. La aceptación es el camino de la no resistencia que te lleva a la paz, porque cuando dejas de resistirte y aceptas una situación, solo entonces recuperas tu paz y poder personal para poder transformarla.
Es algo fácil de decir, pero generalmente eso significa años de aprendizaje, de búsqueda y comprensión, de trabajo personal para conocerse mejor. Sin aceptación siempre hay tensión o ansiedad y no podremos encontrar la deseada calma que todos buscamos.
Aceptar no es rendirse, eso es resignación por creer que no podemos cambiar una situación o a nosotros mismos. La aceptación requiere valentía, es gritar al universo me doy permiso para ser yo, para dejar de compararme y para cambiar mi realidad.
La aceptación y la gratitud son los antídotos para apreciar y valorar más lo que sí tenemos, para dejar de comparar nuestros defectos con las virtudes de los demás, parar crear una base más fuerte en nuestro interior, una plataforma más solida y en calma desde la cual poder crecer y vivir más en el presente. Y, por supuesto, desde la cual construir nuestra vida y nuestros sueños no desde el lastre de la comparación, sino desde el de el aprecio y la aceptación.
Javier gracias! Interesante tus artículos, me fascina la psicología y este tema de la Inteligencia Emocional me llega como regalo especial que satisface mis momentos dedicados al análisis de como desarrollar mi personalidad !
Bendiciones por su gran aporte.!
creo que nos juzgamos cuando realmente no analizamos quienes somos realmente.
Muy identificado con el post de hoy, Javier. Tomar decisiones me resulta complicadísimo y una vez tomadas en el sentido que considero correcto, me surgen la dudas y/o preguntas que expones. La comparación, las expectativas, la diferencia entre lo que es y lo que creo que debería ser; mi pensamiento me marea. Es muy difícil.
Gracias por tu aporte de luz. Un saludo
Buenos días Javier, yo he pasado por esa etapa y poco a poco la voy dejando atrás. me he sentido muchas veces inferior pero ahora me creo yo,ni mejor ni peor que nadie. Algo que si tengo que cambiar aunque me esfuerzo en ello es las expectativas sobre los demás, no hay que hacer nada esperando que hará el otro, haz lo que salga del corazón y tu tranquilidad ya es importante. Gracias