Nunca me había parado a pensar sobre qué es lo que me podría encontrar en un centro penitenciario. De primeras, uno puede pensar que puedes encontrarte con muchas personas perdidas o cabreadas con el mundo, con miedos, algunos arrepentidos, o procurando comprender qué pasó en sus vidas para llegar a esa situación. Dolidos consigo mismos o con los demás, y puede que llenos de incertidumbre sobre lo que deparará su futura integración de vuelta al mundo real.
Esas son algunas de las cosas que podríamos pensar, sin embargo, al llegar allí, al compartir una experiencia desde dentro, las cosas se ven distintas porque te encuentras con los mismos conflictos emocionales que existen afuera en el día a día.
Probablemente, o casi con toda seguridad, consideraríamos descabellado creer que tú o yo podríamos acabar alguna vez en una cárcel… Eso es lo que muchos de los que están allí pensaban también. Por eso, una vez dentro, te encuentras a mucha gente normal, gente como tú y como yo.
Pero para no perder la esencia de la experiencia vivida, me centraré en lo importante: lo que me llevé de la cárcel.
Índice
1. Mi experiencia en la cárcel
El pasado 23 de septiembre tuve el privilegio de vivir una experiencia nueva para mí al ser invitado para impartir una conferencia en el Centro Penitenciario de Zuera, a través de la ONG Reiki para todos, que desarrolla un programa de crecimiento personal desde hace varios años, y a la que desde aquí agradezco la invitación y doy la enhorabuena por su impresionante trabajo y compromiso.
Después de haber dado conferencias en diez países distintos, me he encontrado con todo tipo de públicos, con todas las actitudes y expectativas más opuestas imaginables. Sin embargo, no sabía cuál sería la respuesta y la reacción en este caso, pero en ningún momento imaginé que pudiera ser tan positiva; ni tampoco me esperaba ver a algunos de los internos entrando a la conferencia con mis libros en la mano.
De la tensión o la intriga inicial, más por mi parte que otra cosa, pasamos en menos de cinco minutos a una total conexión. Durante una hora pude compartir experiencias personales y algunas historias de mis libros. Pude comprobar cómo cambiaban las miradas y el brillo de muchos ojos, y al finalizar hubo una interesante ronda de preguntas.
La primera ni siquiera fue una pregunta, fue un «por favor vuelve pronto» y eso me llegó al alma. Y así se fueron sumando los agradecimientos, el contacto personal del final y muchas más muestras de cariño.
2. ¿Qué me llevé de ahí?
Lo primero, el sorprendente y cálido recibimiento -más que en otros lugares- porque era un agradecimiento por la simple y desinteresada presencia allí; pero mucho mejor aún fue la despedida al ver sus caras y su sincero agradecimiento.
Me llevé de allí la necesidad de ser comprendido sin ser juzgado. Me llevé muchas emociones a flor de piel, miradas sinceras con hambre y sed de respuestas y comprensión, con ese constante movimiento de cabeza asintiendo cada vez que sacaba desde las entrañas una experiencia personal con la que se identificaban y se sentían menos juzgados y más comprendidos.
Pude observar cómo la tensión en muchas caras fue transformándose en una pequeña sonrisa, y el dolor de algunas miradas en comprensión, lo que a su vez me tranquilizaba y afirmaba. Porque sí, el público era especial, ya que en general el desarrollo personal no lo tienen como una prioridad, dado que muchos deben antes recuperar su vida.
Me sorprendió -y es algo más que me llevo- su respeto y el silencio durante la conferencia, mientras algunos tomaban notas, otros asentían emocionados al reconocerse y verse reflejados en ciertas historias. Para otros era sentir que por fin alguien les comprendía, aunque en realidad ante aquella energía no me costó ningún esfuerzo sentir sus emociones y ponerme en su piel. Y por eso, con su permiso, también me llevo una parte de esa intensidad emocional para aprender, crecer y valorar más la vida que tengo.
Aprendí que todos cometemos errores, que somos dignos del perdón, y que todos merecemos nuevas oportunidades.
3. ¿Eres capaz de empatizar con alguien que ha cometido un error?
Es fácil emitir juicios e incluso repudiar a personas que para muchos no merecen una segunda oportunidad, pero detrás de cada uno de ellos hay una historia desgarradora que me llevó a pensar ¿qué hubiera hecho yo en sus mismas circunstancias, en ese mundo perdido y sin conciencia? ¿Qué hubiera hecho yo?
Supongo que no debemos juzgar una historia por un capítulo, sino valorarla al final del libro.
Por ahora, me quedo con los mejores regalos que me llevé de la cárcel:
- Gratitud, mucha gratitud, un enorme y sincero agradecimiento.
- Miradas sinceras
- Respeto
- La intensidad emocional
- La necesidad y la importancia de la comprensión y del perdón
- Empatía
- Un regalo en forma de canción que salió del alma y un billete de vuelta para trabajar con ellos desde este punto de partida…
Hola Javier
Imagino tus sensaciones y esa gratitud que expresas. Estoy segura que donde parezca que haya mas conflicto hallaras y sentiras lo mejor de ti.
Un saludo
Buenos días Javier, de nuevo gracias por acercarnos a una nueva experiencia y visión de seres humanos que como todos hacen lo mejor que saben hacer en cada momento.
MUUUAAAAAAAAAAAAAA